La Capilla del colegio de la Asunción
Entre estas edificaciones del siglo XVIII destaca la capilla, hermoso ejemplar del llamado barroco de placas, al que pertenecen numerosos edificios de carácter religioso de Córdoba, entre ellos el convento de la Merced (hoy Diputación Provincial), las actuales parroquias de San Andrés y la Trinidad, San Hipólito (excepto la construcción gótica) y las capillas de los Mártires de San Pedro y del Sagrario de San Miguel, esta última terminada en 1761. Como ya se ha indicado esta capilla de la Asunción fue construida entre 1708 a 1765 y consta de planta rectangular, con bóveda de medio cañón con lunetos y fajones rematados en colgantes con placas, que terminan en bellos motivos ornamentales de yesería, cúpula sobre pechinas con pinturas al fresco, con las figuras de los cuatro evangelistas, y amplio coro al final de la nave. En este conjunto destaca el hermoso retablo dorado, con la bella imagen de la Virgen de la Asunción, atribuida al sevillano Pedro Duque Cornejo, en un camarín flanqueado por esbeltos estípites y rematado en airoso baldaquino. A los lados de la titular, las imágenes de los santos jesuitas Luis Gonzaga y Estanislao de Kostka, todas ellas magníficos ejemplares de la escultura polícroma tradicional española, particularmente la Virgen, con elegantes ángeles a sus pies y en actitud de elevarse al cielo. Completan el retablo diferentes cuadros, entre ellos dos de los santos mártires patronos de Córdoba Acisclo y Victoria, y adosadas a los pilares que sostienen la cúpula, esculturas de los santos mozárabes cordobeses Eulogio, Perfecto, Pomposa y Columba. Debajo del coro completa la serie de devociones cordobesas una imagen de San Rafael. Una cátedra, con delicada y profusa talla barroca, hermosea esta capilla, que a más de su valor histórico y artístico presenta el indudable interés de responder en todos sus aspectos a un estilo bien definido, pues los escasos elementos posteriores, añadidos al reformarse el colegio en 1946: sillería labrada y vidrieras, se adaptaron al estilo propio del conjunto.

En el exterior destaca la airosa linterna que remata la cúpula, adornada con azulejos, que ofrece hermosa perspectiva desde la calle Málaga, en su confluencia con la plaza de José Antonio.
Cuando desapareció el colegio de Santa Catalina, en el reinado de Carlos III, al decretarse la expulsión de los jesuitas en 1767, y el colegio de la Asunción se transformó en Colegio de Humanidades, hubo que efectuar las reformas necesarias en este centro para instalar las cátedras pertinentes, pues como ya se ha indicado, hasta entonces los colegiales de la Asunción habían acudido a recibir sus enseñanzas al de Santa Catalina. Sin embargo, la indisciplina que por aquellos años se apoderó de la fundación de López de Alba, y las turbulencias características de la vida española en la primera mitad del siglo XIX, no fueron clima apropiado para que se efectuaran en el edificio del colegio mejoras de consideración. Posteriormente, al instalarse en 1847 el Instituto de Segunda Enseñanza en el local del Colegio de la Asunción, se hizo necesario realizar las indispensables modificaciones para habilitar las aulas, gabinetes y laboratorios, imprescindibles sobre todo para la enseñanzas de las ciencias fisicoquímicas y naturales, que tuvieron en el nuevo establecimiento cultivo preferente, de acuerdo con los nuevos planes de estudios del bachillerato. A partir de esta fecha fundacional del Instituto, y ante el constante crecimiento de la población escolar, y la complejidad de las enseñanzas que allí se daban, se observa un reiterado afán por mejorar el edificio en el que estaba instalado el establecimiento docente, afán de superación tanto más meritorio, pues corrientemente se carecía de los medios imprescindibles para la ejecución de las deseadas reformas.Un doble motivo justifica el interés por conocer las vicisitudes de estas edificaciones, de un lado por ser escasas entre nosotros las edificaciones destinadas a fines exclusivamente docentes, pero junto a esto figura igualmente otro motivo de no menor interés, debido al emplazamiento de estas construcciones en un sector de la ciudad que, al convertirse posteriormente en su centro urbano, verdadero corazón de la ciudad, el examen de estas vicisitudes contribuye a un más exacto conocimiento de la evolución de este sector en que fue instalado el Colegio de la Asunción y más adelante el Instituto de Segunda Enseñanza, único centro docente de grado medio que hubo en Córdoba durante casi un siglo, a más del Seminario conciliar de San Pelagio, dedicado a los estudios eclesiásticos.