Proyecto de fachada
Proyecto de fachada a la calle Diego León
La primera mejora de consideración efectuada en el edificio del Colegio de la Asunción, después de su transformación en Instituto, fue efectuada por el laborioso director del centro, don Juan Antonio de la Corte y Ruano, que en 1858 propulsó la construcción de la escalera de jaspe rosado de Cabra, que daba acceso a la sala Rectoral y que por su situación en la galería central servía de comunicación con los dormitorios y salas de estudio de los alumnos internos. Pero el mérito principal del doctor la Corte, en cuanto atañe al mejoramiento del nuevo Instituto, fue como impulsor de un amplio proyecto de ampliación del edificio, de capital importancia en su posterior desenvolvimiento. Se planteó esta iniciativa, con motivo de una visita de inspección del catedrático de la Universidad hispalense don León Carbonero y Sol, y la Corte Ruano puso el mayor entusiasmo en su realización, pues el recoger esa iniciación en escrito dirigido a la junta de Instrucción Pública de la provincia, requería particularmente el apoyo de los antiguos alumnos del centro que a la sazón pertenecían a la Corporación provincial, para que echando una ojeada compasiva sobre el Colegio en que cursaron sus estudios, votasen los créditos necesarios para las obras proyectadas. A tal efecto se confió el encargo de preparar el proyecto al arquitecto provincial don Pedro Nolasco Meléndez, que acogió la idea con todo entusiasmo, y el 7 de octubre de 1856 presentó un documentado informe, en el que puso de relieve la perentoria necesidad de dicha reforma, por ser escaso el número de cátedras e insuficiente la instalación de los gabinetes de Física e Historia Natural y de la sala de Dibujo, lo que obligaba a limitar la matrícula en esta última enseñanza. En líneas generales presentaba entonces el establecimiento forma cuadrangular, y en su mayor parte estaba rodeado de otras edificaciones, por lo que sus diferentes accesos a la vía pública eran inadecuados. Al norte tenía una entrada, por una estrecha calleja que daba a la calle del Liceo (actualmente Alfonso XIII) que se conservó hasta la reforma de 1946; al este (edificaciones de la Colegiatura) limitaba con la plazuela de las Azonaicas; al sur, (capilla y huerta) con la calle Paraíso y al oeste, donde estaba situado el patio de entrada, de considerable extensión, no existía edificación del Colegio, y dos casas ruinosas destinadas a horno (números 30 y 31 de la calleja de la Asunción) contribuían a que tampoco fuese adecuada esta entrada, dado el creciente aumento de los alumnos que cursaban sus estudios en el Instituto. Acertadamente consideró preferible el arquitecto que la proyectada construcción se hiciese precisamente por el lado oeste y suroeste, donde no existían edificaciones y podía aprovecharse parte del área del extenso patio, con lo que se mantenía la debida separación entre el local destinado a la enseñanza y el dedicado a la Colegiatura de internos, y ofrecía además la apreciable ventaja de que durante la obra no había que interrumpir las enseñanzas y demás actividades en el resto del edificio. También ponía de relieve el arquitecto la gran mejora que con este proyecto recibiría el ornato público, al alinearse una de las calles más irregulares y angostas de la ciudad, pues en alguno de sus tramos no llegaba su anchura a dos varas, y en lo que afectaba al lado suroeste de la proyectada reforma, lo tachaba de “rincón inmundo y expuesto de noche a robos y otras ocurrencias, que simplemente por principio de alineación y policía urbana debiera desaparecer“. Seguidamente comenzaron las gestiones para adquirir las fincas contiguas, necesarias para la ejecución de este proyecto, que eran las señaladas con los números 30 y 31 (después 4 y 6) de la calleja de la Asunción, denominada posteriormente Diego de León, y la número 29 de la plazuela de Mármol de Bañuelos, si bien hubo que desistir de esta última, por no haber dado resultado satisfactorio las gestiones hechas cerca de su propietario, el marqués de Valdeflores, para permutar su casa por alguna finca de las que poseía el Instituto en aquella fecha. Estas gestiones, iniciadas con tanto entusiasmo, en pro de mejorar el edificio del Instituto, se paralizaron con el traslado a Madrid del señor de la Corte y Ruano, hasta que nombrado Director don Manuel Gadeo, reiteró dicho propósito, pues merced a sus insistentes gestiones se terminaron los planos del proyecto, que fueron presentados al Ayuntamiento en 13 de abril de 1861, obteniéndose la aprobación de la superior autoridad ministerial, por orden de la Dirección de Instrucción Pública, de 28 de septiembre del mismo año, y la del municipio, en la parte correspondiente al ornato público. En un informe de la Junta Inspectora del Instituto, suscrito por el Secretario de dicha Junta, el insigne erudito cordobés don Francisco de Borja Pavón, se califica este proyecto de grandioso, y por ello de difícil realización, por lo que se estimaba preferible que se intentase algo más modesto, susceptible de ser ampliado en el futuro.