El «café filosófico»: un espacio para el diálogo.
Por Beatriz Minaya, profesora del Departamento de Filosofía, y parte del alumnado de la optativa de Filosofía de 4º curso de ESO.
Desde hace tiempo hay una corriente dentro de la educación que enfatiza la importancia de trabajar la expresión oral del alumnado. Una de las herramientas estrella para hacerlo es el debate académico, que se ha ido haciendo hueco tanto en la metodología de las distintas materias como en el currículo mismo, con materias propias, en las últimas reformas.
Es evidente que la expresión oral del alumnado es importantísima. Con frecuencia cuando, en una asignatura como Filosofía, pregunto al alumnado su opinión, me encuentro con una respuesta bastante impactante: «Profesora, sé lo que quiero decir pero no se cómo expresarlo». Esto, por supuesto, se traslada también a la expresión escrita. Ocurre que, bastante a menudo, el alumnado no sabe cómo poner en palabras sus propios pensamientos.
Esto puede llevar a ciertos observadores a pensar que nuestros adolescentes no tienen verdaderos pensamientos y nada más lejos de la realidad. Este año, aprovechando la coyuntura que me ofrecía impartir la optativa de Filosofía en 4º de ESO, decidí hacer una apuesta por la expresión oral de las propias reflexiones en mi alumnado. No obstante, siempre he querido mantenerme a cierta distancia del debate académico. Mi intención era generar un espacio en el que la comunicación no tuviese un cariz competitivo (¿no competimos ya suficiente?), sino que permitiese conectar a unos alumnos con otros, desarrollar una escucha activa y que les proporcionase, poco a poco, la autoestima necesaria para expresar sus propias opiniones. Así es como surgió la idea de llevar los cafés filosóficos al aula.
La apuesta fue decidida: el «café filosófico» iba a sustituir al examen de cada unidad. Al final de cada unidad, en lugar de una prueba escrita, realizaríamos una reunión en la que todos y cada uno de los alumnos y alumnas deberían responder a una pregunta e interactuar entre ellos de manera más o menos casual (no circunscrita a tiempos ni estructuras), la cual sería evaluada. Por supuesto, habría acuerdos y desacuerdos, pero mi obsesión era que todos se sintieran escuchados y que no percibiesen la actividad como una competición en la que algunos ganarían y otros perderían.
La experiencia ha sido maravillosa. Aunque el inicio fue tímido y tibio, el alumnado ha ido animándose hasta el punto de esperar con ganas el café filosófico del final de la unidad. A lo largo de este curso y a través de la práctica de esta actividad los alumnos han ido mejorando su capacidad argumentativa, ganando flexibilidad a la hora de expresarse y sintiendo que sus inquietudes y pensamientos importan. Hemos hablado del sentido de la vida, de la importancia de la filosofía, de sus inquietudes metafísicas, de política, de la bondad o maldad humana… Y creo que lo hemos pasado muy bien en el proceso. Por supuesto, no todo el mérito, ni siquiera la mayor parte, es mío: mi alumnado de 4º de ESO se ha implicado de una manera sobresaliente en la actividad y ha hecho que esas tertulias hayan sido memorables. Me dirijo a ellos y ellas para darles las gracias por su participación, implicación y buen hacer.
Dicho esto, y dado su absoluto protagonismo en la actividad, me gustaría cerrar este artículo con las palabras de algunas de las participantes en esta actividad.
«Desde mi experiencia y, según creo, desde la experiencia de la mayoría de mis compañeros que han participado en esta actividad, ha sido una experiencia única, irrepetible, ha sido una forma de examinarnos en la cual hemos podido expresar nuestros pensamientos. Este método de “examen” ha hecho que el grupo se sienta más unido y también ha conseguido que sea la primera vez en la que vas con ganas a examinarte. También ha ayudado a muchos alumnos que no suelen verse muy presentes en las clases a poder expresarse y soltarse un poco más. Hay que tener en cuenta que hemos contado con una excelente profesora que ha hecho que esta actividad sea posible. Recomiendo muchísimo emplear más este método de “examen”, ya que ayuda a los alumnos a mantenerse más tranquilos y por lo tanto permitirse sacar una mejor calificación, ya que la ansiedad de los exámenes comunes ha frenado a muchos alumnos que son más que capaces y eso lleva también a que se crean incapaces y se obsesionen con una nota. Tengo claro que recordaré esta experiencia como algo excepcional y un momento en el que me he sentido libre de expresar cada uno de mis pensamientos, los cuales no se suelen expresar en conversaciones diarias. Doy las gracias por que se me haya permitido participar en esto y lo recomiendo muchísimo.» Clara A.
«En mi opinión los cafés filosóficos me han encantado ya que profundizábamos más sobre el tema de una manera divertida, escuchábamos otras ideas diferentes a las nuestras y hemos mejorado mucho a la hora de hacer un debate. Además a mi me encantan los debates y defender puntos de vista con lo cual para a mi ha sido súper entretenido y una buena manera de evaluar una asignatura sin que tenga que ser mediante exámenes aburridos.» Amanda B.
«La verdad es que el café filosófico ha sido una experiencia MUY interesante y llena de nuevos aprendizajes. Debo recalcar especialmente los temas tratados, ya que eran temas que llamaban la atención de muchos, en mi caso, mi favorito ha sido la metafísica.
Si hay algo que no me gusta es hablar delante de la gente, así que al principio estaba bastante cortada y me estudiaba lo que iba a decir. Pero conforme fue pasando el tiempo he aprendido a soltarme más y a no llevar algo escrito, sino apuntar algunos puntos de los que quieres hablar.
Y es que, cuando el tema es algo que te gusta, al final te acabas soltando pudiendo así salir cosas increíbles. También me gustaría destacar que ayuda mucho que haya compañeros escuchen tu punto de vista, pero sobre todo que lo rebatan (así es mucho más entretenido) o incluso es muy interesante ver a dos o más personas debatiendo temas.
En resumen, creo que es totalmente recomendable, y me ha encantado» Carlota de T.
«No solo me ha parecido una actividad muy divertida y didáctica sino que he conseguido deshacerme de todo el miedo a hablar en público que tenía, y ahora soy capaz de hablar de un tema en clase con total naturalidad y sin ponerme nerviosa.» Noa G.
«Los cafés filosóficos me han parecido una manera diferente y original de evaluar los contenidos del curso. Algunos eran más difíciles de contestar que otros, pero igualmente me ha gustado escuchar las ideas de mis compañeros sobre los temas que hemos tratado ya que me han hecho pensar y ver desde otra perspectiva distinta lo que se preguntaba.» Sara R.
Me consta que esta práctica ha trascendido el aula, ya que, en más de una ocasión, algún alumno y alumna me ha contado que estuvo hablando con sus padres, con sus compañeros de equipo, con sus amigos, etc. sobre temas abordados previamente en las clases y como manera de prepararse para los cafés, lo cual me alegra muchísimo pues no solo se ha mejorado la comunicación oral del alumnado, sino que las cuestiones filosóficas han sido introducidas en sus conversaciones como un tema más. Desde aquí, quiero también dar las gracias a esas familias que han entrado en el juego del diálogo filosófico con sus hijos e hijas: definitivamente la educación es una tarea de todos.